San Ignacio de Antioquía

Vida

Fue el segundo obispo de Antioquía, después de San Pedro. Conoció y trató a San Pedro y a San Pablo. Fue el mismo Pedro quien lo consagró obispo. Murió mártir en Roma, en el año 107, bajo el reinado de Trajano. No murió en una persecución en regla: sólo fue un regalo que la autoridad romana de Antioquía quiso hacer a Trajano con motivo de su victoria en Dacia. Yendo camino de Roma para sufrir martirio, fue muy bien acogido por diversas comunidades cristianas, que lo trataron con gran veneración, como si fuese el mismo Cristo. Como muestra de agradecimiento, San Ignacio les escribió diversas cartas, ricas en consejos y enseñanzas.Fue un hombre de carácter ardiente[1], con fuerte personalidad, y extraordinariamente ejemplar. Se daba a sí mismo el nombre de Teóforo (portador de Dios).

Obras

Durante el mencionado viaje a Roma, escribió 7 cartas: a Éfeso, Magnesia, Tralia, Filadelfia, Esmirna, Roma y a Policarpo (obispo de Esmirna).Redactó las tres primeras en Esmirna. Agradece en ellas las muestras de simpatía y los cuidados que tuvieron con él. Exhorta a la obediencia y les previene contra las herejías.Escribió a Roma también desde Esmirna, para que no se esforzaran por salvarle la vida. Esta carta, como ahora veremos, es la más importante.Redactó las tres últimas en Tróade. Allí conoció el cese de la persecución en Antioquía y pide que envíen legados a esa ciudad para que feliciten a los cristianos por la paz reconquistada. Les insiste en la unidad en la fe y en la obediencia al obispo. A Policarpo le da consejos especiales[2], pues era obispo de Esmirna: le habla particularmente de fortaleza, aconsejándole que se mantenga firme.El estilo de las cartas es sencillo y profundo, ardoroso y sin retórica. Suministran ricos datos sobre las primitivas comunidades, y son muy importantes para la historia de los dogmas. El papa Benedictos XVI en su audiencia del miércoles 14 de marzo de 2007 nos hacía ver que «Leyendo esos textos se percibe la lozanía de la fe de la generación que conoció a los Apóstoles. En esas cartas se percibe también el amor ardiente de un santo. Por último, desde Tróada el mártir llegó a Roma, donde, en el anfiteatro Flavio, fue dado como alimento a las bestias feroces. Ningún Padre de la Iglesia expresó con la intensidad de san Ignacio el deseo de unión con Cristo y de vida en él. Por eso, hemos leído el pasaje evangélico de la vid, que según el Evangelio de san Juan, es Jesús»

La cuestión ignaciana es una polémica que levantaron los protestantes con la intención de negar la autenticidad de estas cartas en las que se refleja netamente –contra lo que quisieran ellos- la antigüedad apostólica del episcopado monárquico. El motivo concreto fue que, en muchos manuscritos medievales, aparecían mezcladas las cartas de San Ignacio con otras seis cartas claramente espurias. La cuestión quedó zanjada con el descubrimiento de códices antiguos que traían sólo las auténticas, confirmando así el testimonio de Policarpo –contemporá­neo de San Ignacio, que cita las cartas.

Doctrina teológica

Constitución jerárquica de la Iglesia. En las cartas de San Ignacio ya aparece claramente estructurada la jerarquía de la Iglesia. Distingue –dentro de la jerarquía entre obispos, presbíteros y diáconos. Al frente de cada comunidad de fieles hay un solo obispo[3]; el conjunto de los presbíteros es como su senado. La existencia de una neta jerarquía en el año 107 implica que es de institución divina: ya del Señor por sí mismo, ya del Señor por medio de los apóstoles[4].San Ignacio explica ampliamente las funciones de los tres grados de la jerarquía. Del obispo dice que tiene el lugar de Dios, y todos han de someterse a él como al Señor. El obispo puede actuar a se, sin los sacerdotes; y todo lo que se haga en su territorio ha de hacerse con su beneplácito: bautizar, casar, celebrar la Eucaristía, etc. El obispo tiene especialmente la misión de rechazar a los herejes, de poner paz, de cuidar de todos (viudas, esclavos, esposos, etc.) tanto espiritual como materialmente. Los presbíteros son el senado del obispo: han de estar unidos a él, ayudarle en sus funciones, animarle, etc. Los diáconos, inferiores a los sacerdotes, son como ministros o ayudantes. Los restantes fieles han de estar unidos por la fe y unidos a la jerarquía, especialmente al obispo.

El primado de Roma. La carta a los romanos es una muestra patente de la superioridad de Roma sobre las restantes comunidades. A éstas escribe en el tono de un igual o de un relativo superior (era como el primado de Oriente, sucesor de San Pedro); por esto, se permite darles consejos. A Roma, por el contrario, escribe con sumisión, no da consejos, y dice ser un esclavo, un condenado. Recuerda que Roma está fundada sobre Pedro y Pablo.Explica que la Iglesia de Roma está «puesta a la cabeza de la caridad»[5]. Esto no quiere decir que sea la más generosa, sino que está al frente de toda la Iglesia y preside toda la vida cristiana (ágape). También dice que esta Iglesia preside en la capital del territorio de los romanos; evidentemente, no se preside a sí misma, sino a las restantes comunidades cristianas. Además, les ruega que mientras que la Iglesia antioquena esté sin obispo, Cristo y ellos hagan de obispo.En esta carta habla de que la Iglesia es católica, universal: es la primera vez que se aplica este adjetivo a la Iglesia. Además, la llama «el lugar del sacrificio», haciendo alusión a la Eucaristía.

Cristología. Ya en su época corrían algunas herejías sobre Cristo. Los judaizantes pretendían que había que seguir practicando el judaísmo para salvarse, haciendo así vana la Encarnación. Los docetas, por considerar mala la materia, sostenían que Cristo no había tomado verdadera carne, sino sólo una apariencia. San Ignacio los atacó duramente: enseña claramente que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre[6], hijo de Dios e hijo de María, impasible y pasible. Al hablar de la Eucaristía emplea la expresión «carne de nuestro Salvador Jesucristo».

La vida espiritual. Resume la doctrina paulina de la unión con Cristo y la de San Juan de vivir en Cristo, diciendo que hay que imitarle como Él imitó al Padre eterno. A los romanos escribe: «permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios». La disposición para el martirio es la perfecta imitación de Cristo[7]; por tanto, es la perfección cristiana y un verdadero ser discípulo de Cristo.Explica la inhabitación de Cristo en el alma. El vivir y ser en Cristo, el identificarse con Cristo, no lo entiende como algo abstracto, sino que se realiza cuando estamos unidos a la jerarquía y participando de los sacramentos; de modo muy especial mediante la recepción de la Eucaristía


[1] Texto 1

[1] «No os hagáis ilusiones, hermanos míos. Los que corrompen una familia, no heredarán el reino de Dios» (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los efesios 16).

[2] Texto 2

[2] «Yo te exhorto, por la gracia de que estás revestido, a que aceleres el paso en tu carrera, y a que exhortes tú, por tu parte, a todos para que se salven. Desempeña el lugar que ocupas con toda diligencia, de cuerpo y de espíritu. Preocúpate de la unión, mejor que la cual nada existe. Llévalos a todos sobre ti, como a ti te lleva el Señor. Sopórtalos a todos con espíritu de caridad, como ya lo haces. Persevera sin interrupción en la oración. Pide mayor inteligencia de la que tienes. Está alerta, apercibido de espíritu que desconoce el sueño. A los hombres del pueblo háblales al estilo de Dios. Carga sobre ti, como perfecto atleta, las enfermedades de todos» (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a San Policarpo 2).

[3] Texto 3

[3] «Seguid todos al obispo como Jesucristo (sigue) a su Padre, y al presbiterio como a los apóstoles; en cuanto a los diáconos, respetadlos como a la ley de Dios. Que nadie haga al margen del obispo nada en lo que atañe a la Iglesia» (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a los de Esmirna 8, 1; citado por CEC 896).

[4] Texto 4

[1] «Necesario es, por tanto, como ya lo practicáis, que no hagáis cosa alguna sin contar con el obispo; antes someteos también al colegio de los presbíteros, como a los Apóstoles de Jesucristo, esperanza nuestra, en quien hemos de encontrarnos en toda nuestra conducta» (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a los de Tralia 2).

[5]

[5] Texto 5 SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a los Romanos, 1, 2

[6] Texto 6

[6] «Estáis firmemente convencidos acerca de que nuestro Señor es verdaderamente de la raza de David según la carne (cf Rm 1, 3), Hijo de Dios según la voluntad y el poder de Dios (cf Jn 1, 13) nacido verdaderamente de una virgen… Fue verdaderamente clavado por nosotros en su carne bajo Poncio Pilato… padeció verdaderamente, como también resucitó verdaderamente» (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a los de Esmirna 1; citado en CEC 496).

[7] Texto 7

[7] «Escribo a todas las iglesias y les dejo bien claro que voy de buen grado a morir por Dios, si es que vosotros no lo impedís. Os ruego que no tengáis conmigo una benevolencia inoportuna. Dejadme ser pasto de las fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios. Trigo soy de Dios y he de ser molido por los dientes de las bestias para que resulte puro pan de Cristo» (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a los romanos 4; citado parcialmente en CEC 2473).«No me servirá nada de los atractivos del mundo ni de los reinos de este siglo. Es mejor para mí morir (para unirme) a Cristo Jesús que reinar hasta los confines de la tierra. Es a Él a quien busco, a quien murió por nosotros. A Él quiero, al que resucitó por nosotros. Mi nacimiento se acerca…» (Idem, 6; citado en CEC 2474).

San Clemente Romano

San Clemente fue el cuarto obispo de Roma, después de Pedro, Lino y Cleto. Su pontificado duró desde el 92 al 101, según narra San Ireneo en su Adversus hæreses. No se sabe apenas nada seguro de su vida. A partir de sus escritos y de algunos pocos datos externos, se conjetura que era un judío helenista, con un buen conocimiento de las Escrituras y cierta formación filosófica. Tradicionalmente se le ha puesto en relación con los Flavios, la familia de los emperadores Tito y Vespasiano. Algunos suponen que estuvo al servicio de esa familia, pues eso explicaría el detallado conocimiento que San Clemente tenía de la vida militar, y su respeto y preocupación por las instituciones y autoridades romanas.

Conoció y trató a San Pedro. La Iglesia lo venera como mártir: narra una antigua tradición que primero fue desterrado al Quersoneso, y luego condenado a morir ahogado, atándole al cuello un ancla de hierro y arrojándolo al mar.

Epístola a los corintios

Es la única obra que conservamos de San Clemente. Se trata de una carta bastante larga, que consta de 65 capítulos. Fue compuesta poco tiempo después de la persecución de Domiciano (95-96), es decir, hacia los años 96-97 o, como muy tarde, en el 98. Al igual que la Didaché, es anterior a los últimos escritos del Apóstol Juan y gozó de alta estima como lo avala las citas numerosas del CEC[1]

y de la Liturgia de las Horas. Efectivamente es un texto de notable importancia para la historia del papado y, además, es de gran calidad literaria. Hay otras cartas atribuidas a San Clemente, pero no son auténticas.

El motivo que provocó esta carta fueron las disputas surgieron entre los cristianos de Corinto. El papa Benedicto XVI nos presenta esta Carta de su amado “Obispo de Roma” del primer siglo

Contenido: La carta se divide en cuatro partes.

i) Presentación (caps. 1 a 3): describe el estado floreciente de la Iglesia en Corinto[2]

y las virtudes de esos cristianos; pero señala también la existencia de recientes rencillas internas, nacidas de la envidia, que trastornaron su floreciente paz.

ii) Los males de la envidia y el bien de la humildad (caps. 4 a 36): sirviéndose de ejemplos del Antiguo Testamento (Caín, los hermanos de José…) y de la reciente ejecución de San Pedro y de San Pablo[3]

, señala San Clemente el carácter destructor de la envidia y mueve a sus lectores a la penitencia, a la obediencia, a la hospitalidad, a la humildad y a la mansedumbre, como medios para superar los males que engendra la envidia. No sólo se sirve de ejemplos tomados de las Escrituras, sino del mismo universo inanimado, que guarda el orden impuesto por Dios y sigue sus mociones. La parte final de esta sección se detiene en consideraciones sobre la santidad de vida del cristiano y la esperanza de la resurrección.

iii) Necesidad de conservar la unidad (caps. 37 a 61): aludiendo al caso concreto de Corinto, San Clemente hace ver la necesidad de la unidad, basada en la caridad fraterna y exhorta a cada uno a cumplir su misión en el lugar que se le ha designado. Para reconquistar la unidad, insiste San Clemente en la penitencia por los pecados y en la abnegación por el bien del prójimo y la “gran oración” por las autoridades, aunque sean perseguidores, como Cristo nos enseñó.

iv) Recapitulación (caps. 62 a 65): resume en pocas líneas el contenido de la carta y manifiesta el deseo de que pronto alcance el efecto para el que fue escrita.

Enseñanzas: la Epístola de San Clemente –además de la riqueza de sus enseñanzas morales– aporta datos decisivos para la historia de la Iglesia, sobre todo teniendo en cuenta que el autor es un testigo ocular. Dice que Pedro vivió en Roma, que allí predicó y murió mártir. De San Pablo dice que estuvo en España predicando. Narra la persecución de Nerón, detallando que murieron muchos cristianos, entre ellos bastantes mujeres, y que además fueron sometidos a tortura.Uno de los puntos más interesantes de la carta es el relativo a la jerarquía y al primado.

Expone explícitamente la doctrina de la sucesión apostólica[4]

: la comunidad no puede deponer a los presbíteros, ya que el poder de la jerarquía no viene del pueblo, sino de Dios a través de Cristo y de los Apóstoles, no de los demás fieles.

En la tercera parte señalada, se tratan cuestiones relativas a la administración de los sacramentos, distinguiendo claramente entre jerarquía y laicado. Dentro de la jerarquía sólo se mencionan los episcopoi (supervisores, jefes) y los diaconoi (ministros, ayudantes). Dentro de los primeros estarían incluidos tanto los obispos como los presbíteros, pues es claro que la terminología que utiliza aún no está acuñada definitivamente. Pide también oraciones por todas las autoridades y contiene extensas plegarias eucarísticas.


[1] Texto 1

[1] «Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia del arrepentimiento» (SAN CLEMENTE ROMANO, Epístola a los Corintios 7, 4; citado por CEC 1432).

[2] Texto 2

[2] «Pensad ahora quiénes son los que os han desviado y han hecho disminuir el prestigio de vuestra celebrada fraternidad. Queridos: es en extremo vergonzoso e indigno de vuestra conducta cristiana que se diga que la firmísima y antigua iglesia de Corinto, por un par de fantoches, se ha sublevado contra los presbíteros. Tal noticia no sólo ha llegado a nosotros, sino también a quienes disienten de nosotros, de manera que por vuestra insensatez, se blasfema el nombre del Señor y os ponéis a vosotros mismos en peligro» (SAN CLEMENTE ROMANO, Epístola a los corintios 47, 4-7).

[3] Texto 3

[3] Miremos a los buenos apóstoles. Estaba Pedro, que, por causa de unos celos injustos, tuvo que sufrir, no uno o dos, sino muchos trabajos y fatigas, y habiendo dado su testimonio, se fue a su lugar de gloria designado. Por razón de celos y contiendas Pablo, con su ejemplo, señaló el premio de la resistencia paciente. Después de haber estado siete veces en grillos, de haber sido desterrado, apedreado, predicado en el Oriente y el Occidente, ganó el noble renombre que fue el premio de su fe, habiendo enseñado justicia a todo el mundo y alcanzado los extremos más distantes del Occidente; y cuando hubo dado su testimonio delante de los gobernantes, partió del mundo y fue al lugar santo, habiendo dado un ejemplo notorio de resistencia paciente. (SAN CLEMENTE ROMANO, Epístola a los corintios 5, 4-7). 

[4] Texto 4

[4] «Los Apóstoles nos predicaron el Evangelio de parte del Señor Jesucristo; Jesucristo fue enviado de Dios. En resumen: Cristo de parte de Dios, y los Apóstoles de parte de Cristo. Una y otra cosas, por tanto, sucedieron ordenadamente por voluntad de Dios. Así pues, habiendo los Apóstoles recibido los mandatos y plenamente asegurados por la Resurrección del Señor Jesucristo, y confirmados en la fe por la palabra de Dios, salieron, llenos de la certidumbre que les infundió el Espíritu Santo, a dar la alegre noticia de que el reino de Dios estaba para llegar. Y así, según pregonaban por lugares y ciudades la buena nueva y bautizaban a los que obedecían al designio de Dios, iban estableciendo a los que eran primicias de ellos –después de probarlos por el Espíritu por obispos y diáconos de los que habían de creer» (SAN CLEMENTE ROMANO, Epístola a los corintios 42).

Didaché

El título latino de esta obra es Doctrina apostolorum. A veces, se le da un título más completo: Instrucción del Señor a los gentiles por medio de los doce Apóstoles, que parece ser el primitivo. Fue descubierta en el siglo XIX, y publicada por primera vez en 1883. Es un medio insustituible para conocer la primitiva Iglesia.

Esta obra es un breve resumen de la doctrina católica, con indicaciones litúrgicas y disciplinares. Contiene, entre otras cosas, lo que debían saber los catecúmenos antes de bautizarse. Siempre gozó de gran autoridad, aunque no sea considerada escrito canónico.

Autor: no es toda del mismo autor, aunque sí la mayor parte. Se nota la presencia de algunas añadiduras. El nombre del autor es totalmente desconocido.

Fecha: Se ha discutido mucho sobre la fecha de su composición. Se puede tener como seguro que fue escrita entre los años 80 y 100. Es, pues, anterior a los últimos escritos del Nuevo Testamento.

Contenido: tiene 16 capítulos, divididos en tres partes y una conclusión

Capítulos 1 a 6: esta primera parte es una catequesis moral, que contiene el modo de instruir a los catecúmenos. Expone la doctrina siguiendo una imagen tradicional entre los judíos y los griegos: las dos vías, una del bien y otra del mal.[1] El segundo capítulo trata del el amor a los demás[2].

Capítulos 7 a 10: esta parte es una exposición de los sacramentos. Habla del bautismo, que se solía administrar por inmersión, aunque excepcionalmente se hacía por infusión. Exige el ayuno antes de bautizarse y, en general, los ayunos de los miércoles y viernes, en oposición a los judíos, que ayunaban los lunes y jueves. Incluye las preces eucarísticas más antiguas que se conservan; habla de la Eucaristía como manjar y como bebida y dice textualmente que es sacrificio. Sobre la penitencia explica que hay que confesarse antes de recibir la Eucaristía [3]. (cfr. caps. IV,14; IX,5; XIV,1).

Capítulos11 a 15: esta tercera parte es un conjunto de normas disciplinares. Trata de las obligaciones respecto a la jerarquía, a los apóstoles y a los predicadores. Por ejemplo, indica que hay que darles el diezmo de todo. Pone en guardia con­tra los pseudo profetas, que quieren aprovecharse de la buena voluntad de los fieles. Enseña los deberes de la verdadera caridad: socorrer al necesitado, atender al peregrino, etc. Insiste especialmente en que todos deben trabajar.

Respecto a la Iglesia, muestra claramente que no sólo es el conjunto de personas que se reúnen los domingos para rezar y celebrar la Eucaristía, sino que es un pueblo único y santo, que llega «hasta los confines de la tierra» (caps. IX,4 y X,5). Señala también cómo se han de elegir los obispos y explica el contenido y necesidad de la corrección fraterna que los fieles han de vivir entre sí[4].

iv) Capítulo 16: a modo de conclusión figura un último capítulo, en el que se habla de la venida del Señor y de las señales del fin del mundo, y exhorta a la vigilancia[5].



[1] Existen dos caminos, entre los cuales, hay gran diferencia; el que conduce a la vida y el que lleva a la muerte. He aquí el camino de la vida: en primer lugar, Amarás a Dios que te ha creado; y en segundo lugar, amarás a tu prójimo como a ti mismo; es decir, que no harás a otro, lo que no quisieras que se hiciera contigo. He aquí la doctrina contenida en estas palabras: Bendecid a los que os maldicen, rogad por vuestros enemigos, ayunad para los que os persiguen. Si amáis a los que os aman, ¿qué gratitud mereceréis? Lo mismo hacen los paganos. Al contrario, amad a los que os odian, y no tendréis ya enemigos (Didaché, cap 1)

[2] He aquí el segundo precepto de la Doctrina: No matarás; no cometerás adulterio; no prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio; no robarás; no te entregarás a la magia, ni a la brujería; no harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de nacida no la harás morir. No desearás los bienes de tu prójimo, ni perjurarás, ni dirás falso testimonio; no serás maldiciente, ni rencoroso; no usarás de doblez ni en tus palabras, ni en tus pensamientos, puesto que la falsía es un lazo de muerte. Que tus palabras, no sean ni vanas, ni mentirosas. No seas raptor, ni hipócrita, ni malicioso, ni dado al orgullo, ni a la concupiscencia. No prestes atención a lo que se diga de tu prójimo. No aborrezcas a nadie; reprende a unos, ora por los otros, y a los demás, guíales con más solicitud que a tu propia alma.( …) «Hijo mío: huye de todo mal y de cuanto se asemeje al mal. No seas iracundo, porque la ira conduce al asesinato. Ni envidioso, ni disputador, ni acalorado, pues de todas estas cosas se engendran muertes. Hijo mío, no seas codicioso, pues la codicia conduce a la fornicación. Ni deshonesto en tus palabras, ni altanero en tus ojos, pues de todas estas cosas se engendran adulterios (…). No seas mentiroso, pues la mentira conduce al robo (…). No seas murmurador, pues la murmuración conduce a la blasfemia (…).Sé, en cambio, manso, pues los mansos heredarán la tierra. Sé paciente y compasivo y sincero, y tranquilo y bueno y temeroso en todo tiempo de las palabras que oíste (…). Recibirás como bienes los acontecimientos que te sobrevengan, sabiendo que sin la disposición de Dios nada sucede» (Didaché, cap. 3)

[3] En cuanto al domingo del Señor, una vez reunidos, partid el pan y dad gracias después de haber confesado vuestros pecados para que vuestro sacrificio sea puro. Todo el que mantenga contienda con su compañero, no se reúna con vosotros hasta que se reconcilie, para que vuestro sacrificio no se profane. Pues a éste hay que referir lo dicho por el Señor: «En todo lugar y en todo tiempo me ofreceréis un sacrificio puro, porque soy rey grande, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre los pueblos  (Didaché, XIV,1).

[4] Para el cargo de obispos y diáconos del Señor, elegiréis a hombres humildes, desinteresados, veraces y probados, porque también hacen el oficio de profetas y doctores. No les menospreciéis, puesto que son vuestros dignatarios, juntamente con vuestros profetas y doctores. Amonestaos unos a otros, según los preceptos del Evangelio, en paz y no con ira (Didaché, XV,1).

[5] Velad por vuestra vida; procurando que estén ceñidos vuestros lomos y vuestras lámparas encendidas, y estad dispuestos, porque no sabéis la hora en que vendrá el Señor. Reuníos a menudo para buscar lo que convenga a vuestras almas, porque de nada os servirá el tiempo que habéis profesado la fe, si no fuéreis hallados perfectos el último día.

Published in: on marzo 7, 2008 at 1:27 pm  Deja un comentario  
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Los primeros escritores cristianos

Los primeros escritores cristianos utilizaron el griego helenístico de la koiné, que es la lengua francade comunicación más frecuente en todos los espacios del Imperio Romano hasta mediados del siglo III, cuando el latín comienza a irrumpir con fuerza en el África proconsular y en la misma Roma.

Pero una lengua lleva consigo toda una cultura y en suma una manera de vivir y de pensar. Esto hace que los primeros cristianos evangelizadores utilicen formas literarias y de habla griegas al dirigirse a los judíos helenizados en primer lugar y luego cuando San Pablo se vuelva a los gentiles para conseguir conversiones, el griego helenista y koinése generalizó totalmente. Por otra parte esta actividad pro-conversione o protrépticaserá  un rasgo también de la filosofía griega helenística, pues se ha centrado en el terreno de la ética: las distintas escuelas trataban de lograr nuevos seguidores por medio de discursos en los que presentaban su filosofía o dogma como la única senda hacia la felicidad (Ramos-Lissón, D. Patrologíap. 53, Eunsa, Pamplona 2005).

Contexto filosófico

Desde esta concepción práctica del helenismo que podemos definir como un periodo de sincretismo cultural, durante el cual agoniza el mundo clásico, o algunos de sus aspectos, y  se  inicia una época en la que una palabra  puede caracterizar el clima en el que viven los espíritus: fermentación.

 Vamos a fijarnos ahora en las principales corrientes del pensamiento contemporáneas a los primeros escritores cristianos

a)      Cinismo. Sus máximos exponentes habían sido Diógenes de Sínope (+323 a.  C.) y Cratetes (+ c. 295 a. C.) que fueron corrosivamente críticos, y practicarán una vida filosófica individualista y alejada de toda convención social y el desprendimiento de sí mismos. Dión de Prusa (40-120) desarrolla su actividad en la época imperial romana. Es el representante de más fuste. Fue desterrado en el año 96 por Domiciano. Se consideró investido de una misión de curación de las almas.

b)      Epicureismo. Fundado por Epicuro, quien en 317 a. C. comienza su enseñanza. La historia ha conservado el dato de que se reunía con un número estimable de discípulos en el jardín de su casa; admirable símbolo para una filosofía amable y halagüeña. Así, la práctica de la filosofía debe eliminar el temor al destino, a la muerte y a los dioses y hacer nacer en los adictos la idea de perseguir el placer, pero no un placer sensual y perturbador sino espiritual y apaciguante, sin dolor de alma y cuerpo (lejano de todo lo que el adjetivo de epicúreo evoca en el lenguaje usual). Muy difundida en el siglo II, pero sin exponentes de relieve. Marco Aurelio, el emperador filósofo presentará a Epicuro como un modelo a imitar. Cierta influencia del epicureismo se observa en Séneca (1-65) En la época de los Antoninos fue grande la expansión de esta escuela, fundada en la alianza que con ella hace el racionalismo en contra del misticismo y la superstición. Los escritores cristianos son bastante críticos del epicureismo, coincidiendo en este punto con la opinión común del pueblo pagano.

c)      El estoicismo es la escuela que ofrece más puntos de contacto con el mensaje evangélico, si la comparamos con las anteriores. Fundada por Zenón de Kition (333-263 a. C.), quien por enseñar en el pórtico de Peisianactos (pórtico en griego es stoa ) , hizo que se conociese su doctrina y movimiento como estoicismo.

Los estoicos  aportaron ciertos elementos innovadores al estudio de la Lógica, sostuvieron un materialismo gnoseológico, y consideraban al cosmos invadido por una necesidad absoluta y revestido de caracteres divinos, identificando a Dios con la naturaleza. El Todo cósmico es unificado por el Logos (“la razón en la materia, es decir, Dios” Stoicorum Vetera Fragmenta, I, 85, 175) No obstante tener un carácter marcadamente especulativo, su motivación es fundamentalmente ética. La enseñanza estoica consideraba vanas las pasiones humanas y proclamaba, que teniendo el hombre una participación del Logos, un logos individual, el cual le permitía descubrir el determinismo del universo en sus férreas leyes, no quedaba otra alternativa que plegar decididamente los deseos al orden fatal de los sucesos interiores y exteriores. Con lo cual se alcanzaba la virtud por excelencia del sabio: la ataraxia o imperturbabilidad. Esta es la virtud estoica: la apatheia (ausencia de pathos = pasiones que son fuente de infelicidad)

De las tres fases que se suelen distinguir de la Stoa, la tercera, o sea la “nueva” (siglos I y II) es la que coincide con el origen de la literatura cristiana. Séneca será el personaje más representativo. La similitud entre algunas enseñanzas suyas y la doctrina cristiana hará exclamar a Tertuliano: Seneca saepe noster(De anima, 20, 1), y como ya sabemos se escribe en el siglo IV una carta apócrifa entre Séneca y S. Pablo.

d)      Plotino (205-270) es considerado como el fundador del neoplatonismo. La historiografía viene llamando neoplatonismoa esta tendencia que a partir de Plotino se prolonga en varias escuelas hasta el 529, fecha en que Justiniano clausura la de Atenas, de la que era entonces jefe Damascio. Hay datos que inclinan a pensar que el maestro de Plotino, Amonio Sacas(+ 242) -del que apenas conocemos más que el nombre-, fue primero cristiano (existe la hipótesis de que quizá fue el autor de los escritos del Pseudo-Dionisio) y volvió después al paganismo.

La característica central del sistema de Plotino procede sin duda de su preocupación por el tema del destino del hombre, pero Plotino lo resuelve proponiendo un método de purificación que se apoya en una ‘concepción metafísica extremadamente espiritualista. La realidad es para Plotino puro espíritu en interno dinamismo descendente y ascendente. El nivel superior es causa de lo inmediatamente inferior, entendiendo ese dinamismo como “emanación”, en la que hay una pérdida gradual: cada efecto es ligeramente inferior a su causa. Sin embargo la imperfección por su inferioridad puede superarse si vuelve a su causa.

Precisamente la meta del camino ascético es el espíritu en su nivel más alto, nivel al que el hombre llega por su esfuerzo, en un contacto o presencia que está más allá del mero conocimiento inteligible. Plotino enseñaba que en la cima de la jerarquía del ser está el Uno; Dios es desconocido y Absoluto, pero aprehendido por el alma con una presencia que transciende todo conocimiento.

Pero los neoplatónicos se sitúan polémicamente frentea la actitud religiosa del cristianismo que afirma la contingencia e historicidad del mundo real, creado por un Dios absolutamente trascendente e inaccesible al simple esfuerzo natural del hombre. Sin embargo, las mutuas influencias de neoplatonismo y autores cristianos son un lugar común de la historiografía de este periodo. Discípulos de Plotino fueron Clemente de Alejandría, Orígenes y Porfirio. La interpretación alejandrina de la sagrada Escritura hecha, sobre todo por Orígenes, es aplicación del método de Plotino a las fuentes de la Revelación lo mismo que sus colegas paganos hacían para la explicación de Homero, según podemos ver en las Cuestiones homéricas de Porfirio (Ramos-Lissón, D. Patrología p. 56,  Eunsa, Pamplona 2005). Pero Orígenes ha adquirido su modo propio de especulación filosófica, aquella preparación propedéutica para la formación teológica de sus alumnos, que como nos enseña Benedicto XVI en su primera audiencia dedicada al alejandrino:  Consiste, principalmente, en haber fundamentado la teología en la explicación de las Escrituras. Hacer teología era para él esencialmente explicar, comprender la Escritura; o podríamos decir incluso que su teología es una perfecta simbiosis entre teología y exégesis”. Porfirio (232-301 ),  continúa el círculo de Roma fundado por Plotino;- editor  de las obras de su maestro y autor de comentarios a  Platón y Aristóteles, de los que sólo nos ha llegado la Introduccióna las Categorías, y de una Vida de Plotino, – escribió otras muchas obras, la mayoría perdidas -entre  ellas una Contra los cristianos-, en parte conocidas por o los extractos que de ellas hace Eusebio de Cesarea  en su Preparatio evangelica. En su explicación de la realidad y en su reflexión moral y soteriológica es un puro  continuador de las doctrinas plotinianas. También parece que hace más concesiones que éste a las prácticas teúrgicas y mágicas de las religiones paganas, cuyo contraste con el cristianismo subraya  contra éste. También parece que hace más concesiones que Plotino a las prácticas teúrgicas y mágicas de las religiones paganas, cuyo contraste con el cristianismo subraya  contra éste. En En cuanto a la primitiva literatura cristiana, todo el período anterior a la paz de la Iglesia (313) se puede subdividir en otros dos, con la divisoria hacia el año 200 o poco antes. 

En el primero de ellos predominan

    los escritos pastorales dirigidos a los fieles –en un tono por lo general sencillo – y

    las respuestas de defensa a los ataques que sufren los cristianos, interiores y exteriores.  

En el segundo, en que la expansión del cristianismo ha llegado a ambientes más amplios y de gente más culta, se ve la necesidad de explicar la fe a un nivel adecuado:

    a esto tenderán especialmente las obras de los alejandrinos. 

Los escritores anteriores a finalesdel siglo II se pueden clasificar en unos grupos bien diferenciados: 

1. Los Padres Apostólicos(aproximadamente, hasta la mitad del siglo II) son hombres muy próximos a los Apóstoles y en los que suele palpitar una gran cercanía de Cristo; escriben en general a un público cristiano, a los hermanos, con un tono familiar y un fin de edificación.

2. Los Apologistas(aproximadamente en los cincuenta años centrales del siglo II), que escriben sus apologías (es decir, defensas) de la doctrina o del comportamiento de los cristianos, más o menos directamente dirigidas a la opinión pública, pagana o judía. 

3. El género apologético encuentra su continuación hacia la mitad del siglo II con la literatura antiherética, nacida de la necesidad de defender la fe frente a las opiniones heterodoxas, gnósticas por los general, que se van introduciendo en el seno de la Iglesia. Va destinada a los cristianos y a los herejes, como es natural. Los Padres que son conocidos principalmente por sus obras antiheréticas reciben el nombre de polemistas. 

4. También hay que mencionar la literatura apócrifareferente al Nuevo Testamento, destinada también a los cristianos y, con alguna frecuencia, en apoyo de opiniones heréticas. 

5. Las narraciones de martirios, a veces formadas por las actas auténticas de los mártires, igualmente dirigidas a los cristianos.  

Del segundo período podemos destacar: 

1. En Alejandría aparecen maestros muy destacados que configurarán la Escuela de Alejandría. Los dos más destacados son Clemente de Alejandría (muere poco antes de 215) y Orígenes (†253). 

2. En Roma encontramos tres autores: Minucio Félix(que escribe alrededor del 197), San Hipólito (†235) y Novaciano, que hacia el 253 se separa de la Iglesia. El primero es apologista. Los otros dos son teólogos.                  

 3. En África, los autores de importancia son dos: Tertuliano (escribe entre 197-220) y San Cipriano (†258). 

Published in: on marzo 5, 2008 at 12:35 pm  Deja un comentario  
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La literatura apócrifa cristiana

La literatura apócrifa cristiana

La noción de “apócrifo”

En los primeros siglos del cristianismo se difundió una amplia literatura que imitaba los escritos del Nuevo Testamento. Son los evangelios, hechos, cartas y Apocalipsis que, por no ser canónicos, reciben el nombre de apócrifos. Esta palabra (apócrifo = escondido) señalaba al principio, en las religiones mistéricas y en el mundo gnóstico, que un escrito era secreto, reservado a los iniciados en alguna secta, que pretendían contener revelaciones que no se podían comunicar a todos. Pero, al no ser utilizados por la Iglesia, estos libros apócrifos pasaron a significar falso, espurio o legendario.

No obstante, muchos de esos escritos no tienen intenciones secretas ni heréticas, sino que fueron producidos por la devoción popular y su curiosidad por narrar más sobre los personajes neotestamentarios, apoyándose en fuentes o tradiciones de dudoso valor, y ‘completando’ los datos con otros de invención propia.

Ya en el siglo II antes de Cristo se habían escrito apócrifos del Viejo Testamento, que se conservaban después. Los cristianos retocaron varios de ellos y escribieron algunos más. Pero el mayor número de apócrifos escritos por cristianos se refieren al Nuevo Testamento y de estos es de los que tratamos aquí.

La aparición de los apócrifos cristianos del Nuevo Testamento comienza en el siglo II, quizá en sus primeras décadas; alcanza su mayor intensidad en el siglo IV; y no falta alguno escrito ya en la baja Edad Media.

Características generales de esta literatura

Los libros apócrifos difieren de los canónicos en que estos últimos, según enseña la Iglesia, están inspirados por el Espíritu Santo. Pero aun sin esta intervención especial del Magisterio, no sería difícil distinguir entre unos y otros, pues sus diferencias son obvias hasta en lo externo, en su estilo y en su forma. Así, por ejemplo, los evangelios apócrifos suelen embellecer los relatos de los evangelios canónicos, mostrando un gran entusiasmo por lo llamativo, por lo extraordinario y milagroso   [1]

El origen de estos escritos es muy variado. Por un lado, el Nuevo Testamento ofrece muy poca información sobre la vida de Jesucristo –especialmente sobre sus treinta primeros años- de la Santísima Virgen y de los Apóstoles. Algunos cristianos piadosos, deseando tener más información, recogieron por escrito tradiciones orales, pero como esto aún les resultaba insuficiente, procedieron a adornar las noticias que habían llegado a sus manos.

Por otra parte, los herejes –especialmente los gnósticos, para apoyar y difundir sus doctrinas, también escribieron libros a imitación de los canónicos. Muchas veces recogen cosas verdaderas para dar autoridad a sus obras, pero mezclándolas con otras falsas u ofreciendo versiones tergiversadas; a veces pretenden hacer creer que su autor es uno de los Apóstoles.

La calidad de los textos apócrifos es muy variada. Algunos son obras muy elaboradas, con gran riqueza doctrinal, y gozaron de gran prestigio: eran leídos en público, citados con frecuencia, etc. Otros, por el contrario, son una colección de fábulas, que presentan presuntos milagros que rayan en lo absurdo. Otros, por último, son fuertemente heréticos o de escaso interés.

Valor y utilidad para el conocimiento de la antigüedad cristiana

Es posible, aunque poco probable y, en todo caso, difícil de demostrar, que la literatura apócrifa contenga algún dato histórico no recogido en otros escritos. No obstante, se considera que aportan un buen número de datos auténticos sobre la vida de los primeros discípulos y de los propios Apóstoles, mezclados con otros que son claramente falsos.

Aunque no sean una fuente histórica fiable, resultan muy interesantes desde otro punto de vista. Porque de lo que realmente nos informan es de lo que pensaban los que lo escribieron y qué cosas gustaba oír a los lectores de su tiempo  [2]

. También nos proporcionan algún dato sobre la primitiva liturgia, sobre los costumbres de los cristianos y –lo que es más importante-  sobre sus creencias. Además, nos ayudan a entender el arte religioso que, en sus múltiples manifestaciones, ha buscado con frecuencia inspiración en algunas de las páginas de estos libros, especialmente en las más poéticas.

Clasificación de estos escritos

La denominación de apócrifos neotestamentarios engloba una literatura muy heterogénea, que sólo artificialmente se podría clasificar siguiendo los cuatro géneros literarios del Nuevo Testamento (Evangelios, Hechos de tal o cuál Apóstol, Cartas y Apocalipsis).

Por ejemplo, en el grupo de los que podríamos llamar “dichos o hechos de Jesús” (Evangelios), podemos distinguir textos sueltos (fragmentos de obras perdidas), otros que guardan relación con alguno de los Evangelios canónicos, algunos que se centran solamente en parte de la vida del Señor o en algún episodio (por ejemplo, de la infancia del Señor, o bien de otras apariciones de Cristo resucitado diferentes de las que narran los Evangelios), colecciones de dichos y discursos atribuidos a Jesús, etc. No faltan tampoco evangelios legendarios y otros claramente heréticos (por ejemplo, gnósticos)

Evangelios
 Por proximidad al genero canónico

Son sinópticos y con fuentes similares o las mismas que los canónicos       Evangelio de Pedro

             Por origen judeo-cristiano

Cercanos al canónico Mateo o incluso al Mateo Arameo

Evangelio de los Nazarenos (s. II)

Evangelio de los Ebionitas, o de los Doce (s. III)

Claramente alejados del prototipo canónico

1.   Primitivos gnósticos

Son netamente heterodoxos, pretendiendo legitimizar sus opiniones que discrepan de la tradición de la Gran Iglesia apuntándose al nombre de uno de los grandes Apóstoles o de varios y especialmente nos referimos al material gnóstico hallado en la Biblioteca de Nag-Hammadi en cercanías de Alejandría.

Pistis Sophia, egipcio (s. II)

Libros 1 y 2 de Jehú

Versión copta del Evangelio según Tomás de Hag Hammadi (s II) (Trevijano, 58) (Ramos-Lissón, 95)

2.   Tardíos

Son textos originariamente gnósticos, que han sido traducidos o “reflexionados” en otras sectas o reutilizado su material por escritores católicos

Evangelios de los Hebreos       (s. III)

Evangelio griego según Tomás, de Oxyrhinchus (s. III)

Evangelio copto de Judas (s. IV)

            Evangelios para llenar “lagunas” de los canónicos

1. Evangelios de  la infancia o Natividad de Jesús

Proto-evangelio de Santiago (año 150, reañadidos s IV) (Drobner, 40)

Ev. Árabe de la infancia (s. IV)

Pseudo Mateo (s. IV)

Narración de la infancia de Tomás (s IV)

Historia de José, el carpintero (s. IV)

2. Evangelios de la Pasión

Evangelio de Nicodemus   

Hechos  de Apóstoles apócrifos

Hechos de Pedro

Hechos de Pablo

Igualmente, los “Hechos apócrifos” de los apóstoles son muy diversos entre sí. En general, más que pretender ceñirse a hechos históricos buscan entretener y lograr un efecto propagandístico y edificante: se muestra una inflación de historias de milagros y se presenta a los apóstoles como taumaturgos.

Cartas apócrifas

Entre las “Cartas”, una buena parte corresponde a escritos de alguna persona o grupo que desea impulsar sus ideas, y las quiere poner bajo el ‘patrocinio’ de algún apóstol para ganar en autoridad ó de todos como la llamada Epístola de los Apóstoles. Se podría incluir en este apartado la llamada Carta de Bernabé, ya estudiada. Muchas de ellas son heréticas.

Apocalipsis apócrifos

Apocalipsis de San Pedro

El Pastor, de Hermas, podría caer también en este apartado

Las “Apocalipsis apócrifas” son todavía más variopintas y, en general, de una imaginación desbordante.

Escritos apócrifos más significativos

El número de libros apócrifos es muy elevado. De todas formas, la mayoría de ellos no han llegado a nuestras manos, y de los que se conservan, muchos están incompletos.

Entre los veintiún evangelios apócrifos destaca el Evangelio según los Hebreos, escrito en la segunda mitad del siglo II, y muy usado entonces entre los cristianos de Palestina. Tiene especial interés por la información que suministra sobre Santiago el Menor y su estrecha relación con el Evangelio de San Mateo, hasta el punto que algunos creyeron que era el original arameo de San Mateo. Otro texto importante es el Protoevangelio de Santiago [3] que narra extensamente la infancia de la Virgen y de Jesús. La finalidad de toda la obra es probar la virginidad perpetua de María. Aporta también datos interesantes: por ejemplo, los nombres de los padres de la Virgen (Joaquín y Ana). Sin embargo, no está exento de errores históricos o afirmaciones contrarias a la Tradición. También existe una Historia de José el Carpintero, que pretende narrar la vida del Santo Patriarca.

Los Hechos apócrifos, además de intentar llenar la laguna de nuestros conocimientos sobre los Apóstoles, tuvieron una finalidad muy precisa: suministrar una literatura que sustituyera las fábulas eróticas de los paganos. Por esto, los hechos apócrifos, por lo general, son muy fantásticos y novelados. Destacan los Hechos de San Pablo, escrito hacia el 180 en Asia Menor, por la preciosa información que el autor muestra tener sobre San Pablo; y los Hechos de San Pedro, escritos en torno al año 190, donde se habla de su predicación y martirio; este escrito es el que recoge la tradición del quo vadis?

El más importante de los Apocalipsis apócrifos es el Apocalipsis de San Pedro [4] que llegó a ser considerado libro canónico en algún lugar. Fue compuesto entre el 125 y el 150. Es de gran calidad literaria. Las visiones que describen las bellezas del cielo y los horrores del infierno han influido notablemente en la literatura y el arte.

Por último, entre las Epístolas apócrifas merece especial mención, por su excelente calidad doctrinal, la Epístola de los Apóstoles, redactada entre el 140 y el 160. Afirma, por ejemplo, con una claridad meridiana, las dos naturalezas de Cristo, la Encarnación del Verbo, su consustancialidad con el Padre, etc. Sin embargo, contiene algún error en puntos secundarios. Se conservan también abundantes epístolas atribuidas a San Pablo, incluso una correspondencia entre San Pablo y Séneca, cuyo fin sería introducir las auténticas cartas de  San Pablo en el ambiente literario de Roma.

Referencias

o        Colección Ciudad Nueva Apocrifos Cristianos

o        ESTUDIOS SOBRE EL EVANGELIO DE TOMÁS

o        los evangelios apócrifos

o        Hechos Apócrifos


[1] Texto 1

Muerte de San José: «Padre mío misericordioso, Padre de la verdad, ojo que ve y oído que oye: escúchame, que yo soy tu hijo querido; te pido por mi padre José, la obra de tus manos (…). Al exhalar su espíritu, yo le besé. Los ángeles tomaron su alma y la envolvieron en lienzos de seda. Yo estaba sentado junto a él, y ninguno de los circunstantes cayó en la cuenta de que ya había expirado. Entonces puse su alma en manos de Miguel y Gabriel para que le sirvieran de defensa contra los genios que acechaban en el camino. Y los ángeles se pusieron a entonar cánticos de alabanza ante ella, hasta que por fin llegó a los brazos de mi Padre» (HISTORIA DE JOSÉ EL CARPINTERO, 22-23).

[2] Texto 2

Entierro y Asunción de la Virgen: «Y llevándose los Apóstoles el precioso cuerpo de la gloriosísima Madre de Dios, Señora nuestra y siempre Virgen María, lo depositaron en un sepulcro nuevo, allí donde les había indicado el Salvador. Y permanecieron unánimemente junto a él tres días para guardarle. Mas, cuando fuimos a abrir la sepultura con intención de venerar el precioso tabernáculo de la que es digna de toda alabanza, encontramos solamente los lienzos, pues había sido trasladado a la eterna heredad por Cristo Dios, que tomó carne de Ella» (LIBRO DE JUAN, ARZOBISPO DE TESALÓ-NICA, 14).

[3] Texto 3

Infancia de la Virgen: «Y día a día la niña se iba robusteciendo. Al llegar a los seis meses, su madre la dejó sobre la tierra para ver si se tenía; y ella, después de andar siete pasos, volvió al regazo de su madre. Ésta la levantó, diciendo: “Vive el Señor, que no andarás más por este suelo hasta que te lleve al templo del Señor” (…). Al llegar a los dos años, dijo Joaquín a Ana: “llevémosla al templo del Señor para cumplir la promesa que hicimos, no sea que el Señor nos la reclame y nuestra ofrenda resulte ya inaceptable ante sus ojos”. Ana respondió: “Esperemos todavía hasta que cumpla los tres años, no sea que la niña vaya a tener añoranza de nosotros”. Y Joaquín respondió: “Esperemos”. Al llegar a los tres años (…) la recibió el sacerdote quien, después de haberla besado, la bendijo y exclamó: “El Señor ha engrandecido tu nombre por todas las generaciones, pues al fin de los tiempos manifestará en ti su redención a los hijos de Israel”. Entonces la hizo sentar sobre la tercera grada del altar. El Señor derramó gracia sobre la niña, quien danzó con sus piececitos, haciéndose querer de toda la casa de Israel.

Bajaron sus padres, llenos de admiración, alabando al Señor Dios porque la niña no se había vuelto atrás. Y María permaneció en el templo como una palomita, recibiendo alimento de manos de un ángel» (PROTOEVANGELIO DE SANTIAGO, 148).

[4]  Texto 4

«Vi también otro lugar frente a éste, terriblemente triste, y era un lugar de castigo, y los que eran castigados y los ángeles que los castigaban vestían de negro, en consonancia con el ambiente del lugar.

Y algunos de los que allí moraban estaban colgados por la lengua: éstos eran los que habían blasfemado del camino de la justicia: debajo de ellos había un fuego llameante y los atormentaba.

Y había un gran lago, lleno de cieno incandescente, donde se encontraban algunos hombres que se habían apartado de la justicia (…). También había mujeres que colgaban de sus cabellos por encima de este cieno incandescente: éstas eran las que se habían adornado para el adulterio. Y los hombres que se habían unido a ellas (…) pendían de los pies y tenían sus cabezas suspendidas encima del fango, y decían: no creíamos que tendríamos que venir a parar a este lugar» (APOCALIPSIS DE SAN PEDRO).

Published in: on marzo 4, 2008 at 8:02 am  Deja un comentario  
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San Clemente Romano en el CEC

 Primera Carta a los Corintios de San Clemente Romano

 861 Los obispos sucesores de los apóstoles      

«Para que continuase después de su muerte la misión a ellos confiada, encargaron mediante una especie de testamento a sus colaboradores más inmediatos que terminaran y consolidaran la obra que ellos empezaron. Les encomendaron que cuidaran de todo el rebaño en el que el Espíritu Santo les había puesto para ser los pastores de la Iglesia de Dios. Nombraron, por tanto, de esta manera a algunos varones y luego dispusieron que, después de su muerte, otros hombres probados les sucedieran en el ministerio» (LG 20; cf San Clemente Romano, Cor. 42; 44).(PRIMERA PARTE:  LA PROFESIÓN DE LA FE)

1432

      El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente  una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros corazones: «Conviértenos, Señor, y nos convertiremos» (Lc 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19,37; Za 12,10).      

Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia del arrepentimiento (S. Clem. Rom. Cor 7,4). (SEGUNDA PARTE: LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO)

1577

      «Sólo el varón (vir ) bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación» (CIC, can 1024). El Señor Jesús eligió a hombres (viri) para formar el colegio de los doce apóstoles (cf Mc 3,14-19; Lc 6,12-16), y los apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores (1 Tm 3,1-13; 2 Tm 1,6; Tt 1,5-9) que les sucederían en su tarea (S.Clemente Romano Cor, 42,4; 44,3). El colegio de los obispos, con quienes los presbíteros están unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La Iglesia se reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Esta es la razón por la que las mujeres no reciben la ordenación  (cf Juan Pablo II, MD 26-27; CDF decl. «Inter insigniores»: AAs 69 [1977] 98-116). (SEGUNDA PARTE: LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO)

1900

      El deber de obediencia impone a todos la obligación de dar a la autoridad los honores que le son debidos, y de rodear de respeto y, según su mérito, de gratitud y de benevolencia a las personas que la ejercen.     

La más antigua oración de la Iglesia por la autoridad política tiene como autor a S. Clemente Romano:      «Concédeles, Señor, la salud, la paz, la concordia, la estabilidad, para que ejerzan sin tropiezo la  soberanía que tú les has entregado. Eres tú, Señor, rey celestial de los siglos, quien da a los hijos de los hombres gloria, honor y poder sobre las cosas de la tierra. Dirige, Señor, su consejo según lo que es bueno, según lo que es agradable a tus ojos, para que ejerciendo con piedad, en la paz y la mansedumbre, el poder que les has dado, te encuentren propicio» (S. Clemente Romano, Cor. 61,1-2). (TERCERA PARTE: LA VIDA EN CRISTO)

Published in: on febrero 18, 2008 at 4:58 pm  Deja un comentario  
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La Didaché en el Catecismo

Es un medio insustituible para conocer la primitiva Iglesia. No se inspira en ninguna obra anterior

Esta obra es un breve resumen de la doctrina católica, con indicaciones litúrgicas y disciplinares. Es la primera vez que la comunidad de la Iglesia, como tal, siguiendo su propio espíritu da una regla de comportamiento y de evangelización misionera. Contiene, entre otras cosas, lo que debían saber los catecúmenos antes de bautizarse. Siempre gozó de gran autoridad, como lo demuestra las muchas citas que, aun siendo un escrito relativamente pequeño, de él hace el Catecismo de la Iglesia Católica; pero no es un escrito canónico en el sentido de inspirado.

1331 Comunión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (cf 1 Co 10,16-17); se la llama también  las cosas santas [ta hagia; sancta] “Que nadie coma ni bebe de esta eucaristía, sin haber sido antes bautizado en el nombre del Señor; puesto que el mismo dice sobre el particular: «No deis lo santo a los perros.» (Didaché 9,5) El que sea santo, que se acerque, si no que haga penitencia. (Didaché 10, 6), es el sentido primero de la  comunión de los santos de que habla el Símbolo de los Apóstoles. SEGUNDA PARTE: LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO. ARTÍCULO 3: EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

     

1403 En la última cena, el Señor mismo atrajo la atención de sus discípulos hacia el cumplimiento de la Pascua en el reino de Dios: «Y os digo que desde ahora no beberé de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, de nuevo, en el Reino de mi Padre» (Mt 26,29; cf. Lc 22,18; Mc 14,25). Cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía recuerda esta promesa y su mirada se dirige hacia «el que viene» (Ap 1,4). En su oración, implora su venida: «Maran atha» (1 Co 16,22), «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20), «que tu gracia venga y que este mundo pase» (Didaché 10,6). SEGUNDA PARTE: LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO. ARTÍCULO 3: EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

     

1696 El camino de Cristo «lleva a la vida», un camino contrario «lleva a la perdición» (Mt 7,13; cf Dt 30,15-20). La parábola evangélica de los dos caminos está siempre presente en la catequesis de la Iglesia. Significa la importancia de las decisiones morales para nuestra salvación. «Hay dos caminos, el uno de la vida, el otro de la muerte; pero entre los dos, una gran diferencia» (Didajé, 1,1). (TERCERA PARTE: LA VIDA EN CRISTO, INTRODUCCION)

     

2271 Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral.

      «No matarás el embrión mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido» (Didajé, 2,2; Bernabé, ep. 19,5; Epístola a Diogneto 5,5; Tertuliano, apol. 9).

      «Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la concepción; tanto el aborto como el infanticidio son crímenes nefandos» (GS 51,3). (TERCERA PARTE: LA VIDA EN CRISTO, CAPITULO SEGUNDO)

 2760 Muy pronto, la práctica litúrgica concluyó la oración del Señor con una doxología. En la Didaché (8, 2)

“Vosotros oraréis así:

«Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos hoy nuestro pan cotidiano; perdónanos nuestra deuda como nosotros perdonamos a nuestros deudores, no nos induzcas en tentación, sino líbranos del mal, porque tuyo es el poder y la gloria por todos los siglos.»

se afirma: «Tuyo es el poder y la gloria por siempre». Las Constituciones apostólicas (7, 24, 1) añaden en el comienzo: «el reino»‘: y ésta la fórmula actual para la oración ecuménica. La tradición bizantina añade después un gloria al «Padre, Hijo y Espíritu Santo». El misal romano desarrolla la última petición (Embolismo: «líbranos del mal») en la perspectiva explícita de «aguardando la feliz esperanza» (Tt 2, 13) y «la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo»; después se hace la aclamación de la asamblea, volviendo a tomar la doxología de las Constituciones apostólicas. (CUARTA PARTE: LA ORACION CRISTIANA, SEGUNDA SECCION: LA ORACION DEL SEÑOR)

   

2767 Este don indisociable de las palabras del Señor y del Espíritu Santo que les da vida en el corazón de los creyentes ha sido recibido y vivido por la Iglesia desde los comienzos. Las primeras comunidades recitan la Oración del Señor «tres veces al día» (Didaché 8, 3), en lugar de las «Dieciocho bendiciones» de la piedad judía.

 (CUARTA PARTE: LA ORACION CRISTIANA, SEGUNDA SECCION: LA ORACION DEL SEÑOR)

Published in: on febrero 15, 2008 at 6:17 pm  Deja un comentario  
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