En la noche de san Juan cientos de hogueras romperán la oscuridad de la noche más corta del año para anunciar que el sol de justicia, el verano, ha nacido.
A otras hogueras y de otro Sol me conducen mis sugerencias sobre la noche de san Juan. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan; éste venía para dar testimonio de la luz y preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto ( Jn 1, 6-7; Lc 1, 17). Es el último Profeta del Antiguo Testamento y el primero que señala al Mesías. Juan, hijo de Zacarías e Isabel, pariente de la Virgen, es el Precursor de Jesucristo, y en esta misión pone su vida entera, llena de austeridad, de penitencia y de celo por las almas. Como él mismo nos dice: conviene que Él (Jesús) crezca, y que yo mengüe. Es también éste el proceso que se debe realizar en la vida espiritual de todo fiel cristiano
Contemplando la gran figura del Bautista que tan fielmente llevó a cabo su cometido, podemos pensar nosotros si también favorecemos el encuentro con Cristo para que entre en las almas de nuestros amigos y parientes que aún están lejos de Él, para que se den más los que ya están próximos. Somos los cristianos como hogueras de Cristo en el mundo de hoy. El Señor se sirve de nosotros como antorchas, para que esa luz ilumine… De nosotros depende que muchos no permanezcan en tinieblas, sino que anden por senderos que llevan hasta la vida eterna (San Josemaría, Forja, n. 1).
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era la luz, sino el que había de dar testimonio de la luz (Jn 1, 6.)A nosotros nos ha dicho el Señor: (Mt 5, 13-14) »Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará? No vale más que para tirarla fuera y que la pisotee la gente. »Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte;
Nosotros sí somos sal y luz; sal para salar con el ejemplo de la vida y luz para iluminar con la luz de la doctrinaCuando Santo Tomás de Aquino comenta este pasaje se pregunta por qué el Señor antepone la sal a la luz y responde –citando a San Juan Crisóstomo- que “antes es la vida que la doctrina”. De modo similar se refiere al mismo texto en otros escritos, haciendo ver que no bastan las palabras para enseñar la doctrina del Señor, es necesario edificar con la sal del ejemplo. Estas dos caras del apostolado –sal y luz, ejemplo y doctrina- son inseparables, y reflejan el modo en que Dios mismo se ha dado a conocer a los hombres.
El plan de la revelación “ se realizó con hechos y palabras intrincamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas (Dei Verbum, 2) Lo que convirtió a los primeros cristianos no fue seguramente la novedad de una doctrina, sino la vida de quienes la ponían en practica. Primero gustaban la sal, la vida, la santidad, el comportamiento informado por el amor a Dios y a los demás; después, atraídos por la alegría y la paz, se abrían a la luz de la doctrina, para penetrar en el misterio que por la gracia les impulsaba a la vida cristiana.
Sigue siendo este el modo actual de atraer a la luz de Cristo a las personas. Es necesario que la sal del comportamiento cristiano preserve de la corrupción del pesimismo, de la falta de esperanza. La presencia de personas alegres, positivas y capaces de dar razón profunda de esa alegría permite que muchos puedan vivir con la esperanza activa de alcanzar una felicidad a la altura del corazón humano, sin caer en la tentación de conformarse con menos. Pues, hoy en día, no hay pocos que, aun captando de algún modo el atractivo de la doctrina y enseñanzas de Cristo, piensan que hoy nadie vive así, que se trata de un ideal irrealizable, o que vivir según la moral no está al alcance de la mayoría.
Recordar la llamada universal a la santidad no consiste sólo en repetir que todos podemos y debemos ser santos. Es mucho más importante mostrar que, de hecho, en esta época y en esta y aquella circunstancia concreta, una persona normal, ni mejor ni peor dotada, con los mismos defectos y debilidades, puede vivir la vocación bautismal con radicalidad y coherencia, incluso en una sociedad pagana ¡Qué importante es que haya hombres y mujeres que, con sus vidas normales, con la alegría y la paz de Cristo, alimenten continuamente la esperanza de alcanzar una existencia que merezca la pena, ya feliz en la tierra, entre penas y alegrías, y plena en el cielo!
Las hogueras de San Juan anuncian que el verano se acerca, que está a las puertas un periodo estupendo para aprovechar las múltiples ocasiones que se nos presenten Son días de mayor convivencia, de ver a otras personas no habituales, de orientar los viajes en quien vamos a ver y pensar las vacaciones fijándose en el bien de los otros.
La vida ordinaria ofrece infinidad de situaciones en las que se pone a prueba la identidad cristiana, nuestra capacidad de animar con nuestra sal y luz. Cuando nos empeñamos en ser fieles a la verdad sin temer las consecuencias, y resistimos las presiones que inducen a actuar con ligereza; cuando hacemos el firme propósito de anteponer la paz familiar al amor propio, eliminando cuentas de agravios, con la disposición abierta de la comprensión y el perdón; también cuando renunciamos personalmente a algunas comodidades para obtener una mayor libertad de corazón; o cuando luchamos con valentía por llevar una vida limpia, y sabemos rectificar y volver a empezar…, entonces somos sal.
Aunque Herodes le cortó la cabeza a Juan, dice el Evangelio que “le oía con gusto” Pero, sin duda, existieron mas “influencias” destructoras que la amistad y el consejo de Juan, que se lo dio. Sin embargo, la amistad es el puente entre el ejemplo y la doctrina, entre la sal y la luz. Así lo expresaba San Josemaría: ¡Cuántas veces, si os comportáis como yo pienso que se comportan mis hijos, vuestros amigos os abrirán el corazón, os harán una pregunta confidencial! (…) Si hay una amistad leal, noble y limpia enseguida vendrá el apostolado, haréis una autentica dirección espiritual con esos amigos vuestros y podréis llevarlos al Señor.